EN LA TUMBA DE MARÍA ZAMBRANO
EN LA TUMBA DE MARÍA
ZAMBRANO
Llegamos a tu tumba en domingo, con claveles blancos.
Siguiendo el ritual que tú y tu hermana hacíais algunos
domingos en la basílica pitagórica de Roma: un clavel blanco para España, dos
claveles blancos para que los dioses vieran lo que a vosotras os hacía falta y que ellos decidieran. Te dejamos un clavel para ti, otro para Araceli y otro clavel
blanco para tu madre. Luego, tras respirar conscientemente, te ofrendamos dos
claveles blancos por nosotros, para que tú, que nos ves, consideres lo que
nosotros necesitamos, aquello que nos hace falta. Olvidé llevar un clavel
blanco por España. Quizás tú, el tuyo, lo compartas con España, porque creo que
España lo sigue necesitando. Lo que tú consideres.
Coloqué Claros del bosque en tu tumba, al lado
de una vela blanca que encendí para vosotras y quizás, sin saberlo, también
para España.
Cogí tu libro.
Leí en voz
alta:
El despertar privilegiado no ha de tener lugar
necesariamente desde el sueño. Puesto que sueño y vigilia no son dos partes de
la vida, que ella, la vida, no tiene partes, sino lugares y rostros. Y así, del
sueño y de ciertos estados de vigilia se puede despertar de este privilegiado
modo que es el despertar sin imagen.
Despertar sin imagen ante todo de sí mismo, sin
imágenes algunas de la realidad, es el privilegio de este instante que puede
pasar inasiblemente dejando, eso sí, la huella; una huella inextinguible, mas
que no se puede descifrar, pues que no ha habido conocimiento. Y ni tan
siquiera un simple registrar ese haber despertado a nuestro aquí, a este
espacio-tiempo donde la imagen nos asalta. El haber respirado tan solo en una
soledad privilegiada a orillas de la fuente de la vida. Un instante de
experiencia preciosa de la preexistencia del amor: del amor que nos concierne y
que nos mira, que mira hacia nosotros.
Asomó un gato.
Un solo gato. No llegó hasta
la tumba. Lo miré pidiéndole que se viniera con nosotros, que participara. Me
miró.
mini mini mini
No vino el gato.
Se quedó todo el tiempo asomado,
junto a las raíces de un ciprés. No pudimos verlo entero. Parecía grande. Su
mirada estaba en el centro.
El aire no había apagado aún la
vela blanca. La cumbre de la Maroma, sin nieve, sin invierno, sigue protegiendo
la tumba.
Dejo tres limones junto a los
claveles blancos. Me quedo sola y le pido permiso a María para escribir sobre
ella, para leerme en ella. Estoy muy nerviosa; escribir sobre ella me parece un
osado atrevimiento, imitar su ritual romano, otro atrevimiento. Muestro mi
debilidad en esta tumba y me castiga el juicio, mi propia imagen.
He venido a confesarte que ni
un solo día logro despertarme sin imagen, sin imagen de la realidad, sin la
imagen de mí misma. He venido hasta aquí como quien viene a la fuente de la vida.
El gato me mira y,
definitivamente, se va.
misifu micifuz
En Málaga, el 6 de febrero, un grupo de personas se echa a andar por la carretera 340 hacia Almería; haciendo memoria al andar, recordando aquellos días de invierno de febrero de 1937, en los que tantas criaturicas se vieron perdidas, sin norte y echaron a andar; entre ellas iba mi tía Encarnación Valle Ramos con sus cinco hijos y un clavel blanco . La siguió su gato.
mini mini mini
misifu micifuz
Leo un fragmento del libro Puente
del río Güi,
Leemos juntos, tío Sebastián, que María Zambrano pidió
que la enterrasen con una vestimenta blanca, (¿pediría una rebequita blanca?) y
que la trajesen a Vélez-Málaga, y que no se olvidasen de que con ella viniera
su hermana Araceli porque ella no quería llegar a la muerte sola, sino que
quería llegar abrazada a su hermana; su hermana que la esperaba vestida de
blanco.
Porque
¿dónde mejor puede estar María que en el cementerio de Vélez? En el cementerio
donde están tu hermano Antonio y tu cuñada Araceli. Y desde entonces cuando
ibas a visitar el nicho de Antonio y Araceli te parabas un rato en el de María
y Araceli, con tus manos atrás, mirando el limonero crecer tras la tumba de las
hermanas, empezabas a caminar lento hasta el nicho donde tu hermano descansaba
en paz. Recordando cómo se ahogaba tu hermano de asma y cómo se agarraba a las
paredes blancas en la casa del señorito de Vélez. Se iba sosteniendo en las
paredes hasta llegar a la silla más cercana.
Duermen
los gatos en su tumba bajo el verso que ella pidió que se escribiera: “surge
amica mea et veni”. Cuando en el año 1984 volvió María a España no perdiste ni
una imagen de su llegada, viste cómo bajaba las escaleras del avión, cómo se
quedó un momento sola detrás de esas escaleras buscando al corderillo. María en
su exilio se había sostenido con el aliento de ese corderillo (como tu hermano
con la cal de las paredes). Cuando María cruzó la frontera a pie, tras ella
cruzaba un hombre que a sus hombros llevaba un corderillo. Los cuarenta y cinco
años de su exilio María se agarró al aliento de ese corderillo. Tomó aire de
ese aliento. Cuando la viste un momento sola, tú también empezaste a buscar a
ese corderillo. No se veía el corderillo por ninguna parte. Días más tarde, y
como siempre a escondidas, compraste el periódico; me pediste que leyera una
declaración de María que más o menos recuerdo así: “busqué al corderillo por
todas partes y entonces me detuve y entendí que el corderillo que había
esperado volver a ver durante cuarenta y cinco años estaba dentro de mí, yo era
el corderillo”. Llorabas con lágrimas de anciano, mientras yo te leía en voz
alta y me hacías leer una y otra vez: yo soy el corderillo, yo soy el
corderillo. No lloré entonces. Lloro ahora. Durante semanas te escuché repetir
por toda la casa: yo soy el corderillo, yo soy el corderillo. No me calentó su
aliento entonces. Me empieza a calentar ahora.
Tu hermano se agarraba a las paredes blancas,
en su desesperación de asmático se traía trozos de cal encendida. En el nicho
de tu hermano se pusieron las letras que se ponían en todos los nichos,
Descanse En Paz. No hizo ninguna petición. No le llegó el aire ni la voz. El
señorito no hubiera visto bien unas letras diferentes en su lápida, alguna
distinción.
Aún
calienta el aliento del corderillo de María a quien dentro de sí lo busque.
Lola . Leí tu entrada en el tren . El corderillo que entra como un símbolo en tu vida y en la de tu maestra desde ese camino al exilio . El blanco del animal y las paredes blancas donde se agarra el hermano para consolar su asma y sufrir al señorito , esa espada de Damocles . A ti María Zambrano te tiene como su más fervorosa discípula , esa unión inextricable y mística . Ayer,6 de febrero , en su muerte …
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