7 de marzo a las siete de la tarde. Encuentro literario con Beatriz Reinoso en Nerja

                        

                      

                  A LA MUJER CAMPESINA bajo el amparo de Las manos de mi madre                                                                            y la tutela de Gabriela Mistral.

 

Esta tarde la madre literaria es Gabriela Mistral. Un fragmento leído en el museo de Vicuña, en un viaje que hice a Chile el pasado abril, cuando acababa de cumplir 60 años y confiaba en mi Renacimiento.

Madre, en el fondo de tu vientre se hicieron en silencio mis ojos, mi boca, mis manos, tú me nombrabas las cosas: la tierra, los frutos, los pueblos, los cerros, las bestiecitas del campo, no hay palabrita nombradora de las criaturas que yo no aprendiera de ti, todos los que vienen después de ti, madre, me enseñan sobre lo que tú me enseñaste y enseñan con muchas palabras cosas que tú decías con poquitas, cansan nuestros oídos y nos empañan el gozo de oír cantar.

No tengo manos  de ángel y mi voz es  fuerte como si hablara con el ojo. Soy así porque soy elquina, que Dios me ampare mi debilidad.”

 

Esta tarde la mujer campesina (LA QUE TIENE DOBLE DELANTAL) es mi madre.

 La mujer campesina (mi madre), no es solo aquella que trabaja en el campo, es la que vive en el campo, su vida está marcada por vivir alejada del pueblo.

Todo está lejos:

 Ir al médico está lejos, ir a comprar está lejos, ir a por agua está lejos, ir a coger el autobús está lejos. Todo está empinado, para todo hay que subir una cuesta. No es ni siquiera la mujer rural, que vive en un núcleo de población. Si acaso vivía en una cortijá o cerca de algún cortijillo. Abastecerse era un  esfuerzo, dar un abrazo también.

 Sin embargo, el doble delantal siempre estaba cerca: Un delantal blanquinegro para las tareas de la cocina, un delantal negriblanco para las faenas del campo.

 
Esta  mujer campesina nacida en 1924, es la que casi siempre estaba de medioluto o de luto entero, con medias negras en verano y ligas que le dañaban la circulación. Es la que miraba el cielo antes de cerrar la puerta, la que cada noche buscaba el lucero. Siempre miró el mismo cielo. Quizás su mirada llegó a la las estrellas del Valle del Elqui, en el norte de Chile.

 



 

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