SELEKY, DOS DE ABRIL DE 2023
DONAT, UN GUÍA DIOLA
En el campamento solidario de Seleky, en la baja
Casamance, me sorprende un gesto que hace unos años viera hacer a Eleftherios
en Grecia: echar un trago de lo que va a beber a la tierra, el primer trago. Esta
noche en Seleky, Donat añade al gesto griego un largo bisbiseo mientras mira
hacia el suelo. Habla en su lengua con la cerveza arrojada. No entiendo su plática,
pero sí entiendo por su expresión reservada que se trata de algo muy íntimo,
algo sagrado. Se sorprende cuando le pregunto si ha dedicado el trago primero a
sus ancestros. Lo ha ofrecido a su abuelo y a través de él llega la ofrenda a
sus antepasados diolas, los invoca. Sus muertos han estado siempre con él, allí
donde él ha ido, ellos fueron. Estuvieron en Dakar, en la vecina Gambia, en
París, en las Islas Canarias. Habitaron en casas que son ajenas al impluvio, el
adobe, la caña, la savia de la ceiba; en lugares donde no saben que los muertos,
después de muertos, siguen bebiendo el vino de palma, y además, se han acostumbrado
a la cerveza y a otros vinos porque ellos, los muertos, siguen viviendo. Tal es
la vida de los muertos, la de seguir probando lo que su estirpe descubre; un
nieto siempre lleva África allá donde esté y susurrará en wolof la ofrenda. En
este ritual de la libación, difunto y vivo se nutren del mismo líquido.
Quizás el
misterio de que Donat nos enseñe su territorio con un respeto tan sagrado esté
en el modo que tiene de tratarse con sus muertos. Nos enseña su tierra desde un
lugar en el que el tiempo no es cronológico sino un tiempo de retorno como el
de las aguas del impluvio o un tiempo alargado como el de las raíces del
manglar.
Donat,
nuestro guía, es también un pescador. Come el pescado que él mismo pesca, el
que coge con sus propias manos; con cada pez tiene una historia, un diálogo;
por eso el día que su mujer regaló uno de estos pescados a una amiga, regaló
algo más que un pescado para paladear, regaló parte de su historia, parte de un
diálogo que esperaba continuar cuando el pescado estuviera en el plato, en su
boca, parte de una comunicación. Aunque viva en Dakar viene a Seleki a buscar
el pescado que van a comer, porque al igual que cuando va a beber su primer
trago de cerveza habla con ellos, aquí los suyos se han quedado en las espinas
del pez capitán. En las espinas habitan espíritus de la Sabana.
Imagino a
Donat como un niño atento, un joven que traía tabaco a su abuelo, porque ese
gesto lo llenaba de historias. El tabaco desencadenaba la charla pausada del
anciano, la certeza de que el tiempo se extendía más allá del cigarrillo y la
intuición de que su nieto contaría su leyenda en otras lenguas.
Y pienso,
¿Cómo será para Donat explicar la sombra de un mango? ¿Enseñar el baobab en el
que su padre le cantó las diez canciones de la familia? Canciones inspiradas.
Canciones nunca escritas. Canciones reveladas. Cada familia en la Casamance
guarda las diez canciones de la familia en las oquedades de las ceibas.
A pesar de
estar hablando a viajeras y viajeros con corazón, a Donat le tiembla la voz
cuando nos cuenta, en un perfecto español, lo que no está escrito, lo que está
en la memoria de su gente.
De fondo
suena África de Ismael Jammu, recoge el canto de todos. Aunque el cielo cayera
la seguirían cantando. Siempre hay alguien tarareando esta canción. Soy ese alguien. Una hija de África. La mujer primera.
Afrika
a a a Afrika a a a
De
aquí o de otros lugares
somos
hijos de África.
Aunque
el cielo llore
luchemos
por nuestros hermanos.
Áfrika a a a Afrika aaa
Hola , Lola. Magnífico! “Nos enseña su tierra desde un lugar en el que el tiempo no es cronológico sino un tiempo de retorno “ Reflejas un mundo sugerente, respetuoso con los suyos y las viajeras sensibles, atentas y respetuosas con sus rituales porque algo común se levanta poderoso entre el uno y la otra . Ya sabes que te animo en este trabajo de escritura . 😘
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